Me llamas para que te siga
pero…
cómo escuchar cuando no te entiendo.
¿Tendré que aprender el idioma de el Cielo?
Florecen divinamente lirios y rosas.
Me llamas para que te siga
entonces,
te respondo con determinada determinación.
¡Parte del misterio me revelas!
Me invitas en Ti a ser hija, hermana y señora.
Me llamas para que te siga
te ofrezco
un corazón que te canta alabanzas.
Des…a…pegos me regalas:
La aridez del alma.
Nos encontramos a solas;
háblame que te escucho.
Paradoja.
(«Tú vienes del desierto, yo vengo del mar», Marthazul, 2009)
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