Cuando te conocí me fascinó tu brillo,
las lentejuelas sobre las pupilas de tu ojos,
el suave dorado color de tu piel;
eras tan diferente, tan inesperado.
El sabor avellana de tus cabellos
se entremezclaba
con el chocolate de los míos.
Tus languidos dedos
me estrechaban contra ti
y un volcán eruptaba
de entre mis senos.
Pero los inviernos fueron marchitando
tus encantos.
Te volviste gris como los demás,
los cuervos arrasaron los maizales,
las tormentas anegaron el camino;
eras tan diferente, tan inesperado.
Nubes y claros se divisan en el cielo,
sobre la tierra guijarros, y
en el horizonte,
el arcoíris.
(Pintura de Jim Warren)
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